sábado, 26 de noviembre de 2011

Desde años atrás dejé de utilizar reloj.

No me detengo, no me detuve.
Parece que el mundo gira indiferente aunque inadvertidamente algo te detiene.
Pero el mundo gira y no se detiene.
Ayer mientras pensaba cosas sin sentido y me hacía preguntas que simplemente no deben ser contestadas me sentí nuevamente en un reposo obligatorio.
La verdad es que casi no he planeado mi vida, nunca me planteé ser lo que soy, ni mucho menos pienso en un futuro más allá de un par de meses.
Todo ha resultado de manera fortuita y a veces quiero creer que ni siquiera lo he buscado.
En ese sentido soy bastante afortunado. Bastante.
A veces me avergüenzo tanta suerte.

Necesito inevitable, invariable y constantemente estar solo para mirarme un poco, de otra manera soy bastante propenso a hartarme, además tengo el increíble don de alejar a las personas.

Todo gira y el tiempo nos sobrepasa, nos sobrecoge y termina por comernos, absolutamente todo es del tiempo.
Hace unos cuantos días que alguien a quién conocí se fue, y eso me tambalea.
Me apena pensar en todo lo que he perdido por no querer decir "te quiero", "te necesito", "es maravilloso que estemos aquí" etcétera.
Uso los días para no aburrirme, uso incluso las personas para no sentir lo que es nulo. Pero si miro adentro, me queda claro que no lo hago de manera deshonesta, miro afuera y sé que solo yo me daré cuenta de eso.
Qué horror me doy.
Pero he gastado bastante tiempo en realizar las cosas que me gustan.
Hace poco inicié responderme el porqué me gustan ciertas cosas y a veces quiero, en un arranque de egoísmo puro, al mundo entero. Siguiente instante me siento abrumado por tanta negligencia de mi parte, por tanta gente que anda solitaria como uno, por tanto no ceder. Las emociones no perduran, solo el movimiento.

Hoy termino pidiéndo no sé qué a no sé quién, que mi vida no termine de súbito, que sea yo quién decida cuándo terminar. Hoy no quiero volver a pensar que nada vale la pena.