viernes, 29 de junio de 2012

Si, pero no.


Escuché sobre la ubicuidad hace ya unos años con un libro que finalmente perdí y que ni era mío.
Tengo el mal hábito de perder mochilas, de olvidar las cosas y el extraño don de alejar a las personas.
También pierdo frecuentemente teléfonos y llaves.
Escuché una vez por la radio que en el mundo hay en realidad millones de gentes perdidas, que a diario miles de personas son reportadas como desaparecidas. 
La verdad es que me asusté un poco cuando leí un artículo sobre the colony collapse disorder.
Pero la gente se desvanece o se vuelve invisible bajo infinidad de situaciones y circunstancias. Se sueltan las manos, así sin más. 
Somos como el sonido que se propaga, que se extiende siempre hasta perderse, con ésa persistencia. 
Nos veo como resonancias, incluso muchas veces impalpables. 

Bueno, en uno de los cuentos del libro prestado, el personaje principal tenía el don de la ubicuidad, parecía divertido. Supongo que al final su condición lo volvió un poco turbio.
Es que no recuerdo bien del final.
Éste supuesto de la omnipresencia me viene de manera recurrente a la mente justo ahora y pienso en el  "si y no" que me remite más bien a la ambigüedad de las cosas y situaciones antes que a la ubicuidad.
Sé, porque lo he visto, que la ambigüedad es una característica común en las personas y que otra de sus acepciones es "movimiento". Así tiene más sentido.
Aunque sería bien maravilloso ser miles de animales; al menos tendría igual de posibilidades para hacer cosas. No preocuparía tanto si en alguno de ésos "yo" llueve o algún otro está ilusionado, si aquel se camina mostrándose indiferente etcétera. 
Todos al mismo tiempo...¿Imaginas tener todos los sentimientos concentrados?
Es sobre ésa ambigüedad en la que puntualizo porque variadas formas me abordaron éstos últimos días. Y eran enormes.
Intento descifrarlo sin lograrlo; es eso que evoca instintivamente algo pero que al mismo tiempo es innombrable. Seguro tiene una definición.
Por el contrario, estoy convencido de que la alteridad es algo que uno mismo debe elegir, detesto que me conviertan en otro o que simplemente omitan mi existencia.

Hace pocos días desprendí ésas figuras...con ayuda de la lluvia.
Subí a la azotea e instalé mi tienda de campaña para pensar según yo. 
Escuché cómo poco a poco se acercaba la lluvia. Ésa mañana las gotas sobre el rostro despertaron mi letargo.
Soltar las manos y manipular las sensaciones para lograr formas diferentes no tiene nada de malo, incluso es vital para el ciclo general de las cosas, para que se renueven.

Claro, por eso llueve.

Ahora las habituales mañanas grises han vuelto y las acojo con una especie de cariño. 
Es como cuando alguno de mis gatos regresa para acomodarse en mis piernas después de días sin vernos. 
Es un cariño tan imperceptible de lo habitual que se ha vuelto. 
Si, extraño con facilidad y esperar no es lo nuestro.
Quizá más bien las mañanas siempre estuvieron ahí, fui yo quien las buscó nuevamente, regresar a un estado original y escuchar el desvanecimiento de la música, escuchar el desvanecerse uno mismo. 
Como humo.. 
Me gustan los colores, pero gris define mejor mi condición que ahora acepto sin premura.



n : ¿Aún llueve allá afuera?
c : Si, y hace frío.
n : Aquí también. 
...
n : Ya no esperes.
...
c : ¿Brindamos?
n : Brindemos

Seguro el futuro será mejor.
Pero hoy no.
No hoy. 

lunes, 18 de junio de 2012

Paredes en el desierto.


"Pérdida total". Pérdida total fue lo primero que escuché por el auricular.
¿A quién le importa una computadora o un teléfono?
Cruzo los brazos.
Resultó más intrigante darme cuenta que uno necesite mucho más de lo que supone para salir de una infinita espiral. Imagino que dos o más es peor.
 Qué curioso, no lo había notado pero es casi imposible.
Es una muy tenue sensación de suciedad y de ausencia la que me visita 

          i n t e r m i t e n t e m e n t e

Alguien lo calificaría como una intervención y no me gusta, de por si la palabra intervención resulta violenta en si misma. 
Pero yo prefiero tener visitas. Mientras, espero.

El tren, como de costumbre, pasa entre cada cinco o diez minutos para llevarte de un punto a otro.
Las palabras de repente brotan y descubren días nuevos, nuevos sueños, nuevas señales.
No está mal tener formas diferentes.
Las miradas se cruzan. Pero estoy casi seguro de que no genero confianza.

-¿Usted ha visto las olas? ¿Verdad que no dañan aunque le demos la espalda, aunque rigurosamente le donemos nuestras ofrendas?
¿Verdad que no?
- Si, si pueden.

No hay paredes, no hay desierto.
Camino, camino, camino.
Nadie está en desacuerdo con el futuro.
Hoy quiero cruzar imperceptible.
¡Salta, salta!