viernes, 4 de julio de 2014

n y el mundo sin dos.

Pudo haber sido que ése día -justo ése- la luz era un poco diferente a los días precedentes.
Puede también que hubiera una leve variación -casi imperceptible- en ella, o al menos así lo percibiría el resto del día. 
Era evidente.
Puede quizá que solo haya sido que ése día, simplemente se me desbordaba el desánimo por toditos los poros. Preciso, justo ése día. 
Pero la verdad es que estando así me desespero con prontitud y no hay fuerza calculable que lo contenga, que lo retenga. 
Y bien, todo ocurre, sigue y continua con semejante exactitud que asusta por lo contundente. 
¿Te das cuenta? ahora mismo ya es pasado. 
Respondo: El tiempo y su silencio es lo único que se me embarra cuando fluye el amarillo'rojizo de ésas tardes sin lluvia en la azotea.
La infinitas tardes en la azotea.
¿Recuerdas? 
Por supuesto que también me remite a miles y miles de cosas aparte.

n: ¿Viste? Nada regresa.




Hoy no sé exactamente en dónde terminaré. 
Hoy me voy con los lobos.